De constancia y huracanes
/ admin /Miguel de Unamuno decía que la manera de dar de una vez en el clavo era dar cien veces antes en la herradura. Y es que para dar en el clavo uno antes ha de haberlo intentado todas las veces que sea. Sin ningún miedo a equivocarse.
Seguro que conoces a personas que aun siendo muy inteligentes no han tenido suficiente constancia como para terminar muchas cosas que habían comenzado. No sólo hablo de carreras universitarias o cursos más o menos largos. Me refiero a cualquier cosa que suponga un mínimo de esfuerzo como realizar fielmente una actividad física, una dieta o mantenerse sin fumar.
La unión de perseverancia y paciencia con una pizca de fe en uno mismo son valores clave para lograr cualquier cosa que nos propongamos. Sin ellos no podemos completar el ciclo del éxito. Por mucho que nos hayamos esforzado, incluso aunque hayamos aprobado un duro examen que nos otorgue el calificativo de apto. Si no lo acompañamos de persistencia práctica no habremos realmente adquirido destreza para que sea una realidad. Fíjate en lo que le pasa a muchas personas que se sacan el carnet de conducir y luego no vuelven a coger el coche ¿Crees que realmente habrán completado el proceso de aprender a conducir? Aunque conserve todos los puntos no han automatizado las situaciones ante las que deberían saber reaccionar. Pues así pasa con todo.
Aunque conozcas bien lo que tienes que saber en el proceso que estés trabajando no puedes olvidar el momento de la práctica y la constancia. El momento de salir a la carretera de la vida y comenzar a circular. Con prudencia pero sin miedos. Con valentía y perseverancia. Sin achantarse ante el primer descuido o recaída.
El autoconocimiento es clave en la constancia. Un fallo de este parte casi siempre de un pensamiento propio que la sabotea. Un pensamiento del tipo ¡Esto es imposible! ¡No puedo!
Aprende a reconocer estos pensamientos. Incluso etiquétalos. Una vez tuve un paciente que aprendió a reconocer el primer pensamiento que le aparecía cada mañana cuando estaba en pleno proceso de deshabituación del tabaco. Lo llamaba “El huracán Julio” porque decía que arrasaba con todo y por aquel entonces estaba en el mes de julio. Cada día cuando aparecía su “huracán Julio” hacía un ejercicio de disociación de manera que hablaba con este huracán como si lo hiciera desde fuera de sí mismo. Le preguntaba ¿Qué tal estás hoy Huracán Julio? ¿Cómo puedo hacer para que hoy pases por aquí sin romper nada?
El huracán se fue haciendo cada vez menos agresivo y mi paciente pudo, gracias a su constancia, romper un hábito que estaba terminando con su salud.