Fluir: El tercer vector

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“No juzgues cada día por la cosecha que has obtenido sino por las semillas que has plantado”

R.L. Stevenson

Un verano más me siento tentado a ojear el libro “Fluir” de M. Csikszentmihalyi. Desde que hace unos quince años oí por primera vez hablar de él, esta palabra: “fluir” me ha fascinado.

Basta con buscarla en Google… a ver…. ¡Sí! Aparecen millares de referencias a ella con diversos significados. El que  más me atrae es el que lo señala   representando  a ese tipo de “momentos especiales” que todos vivimos. Momentos en los que una hora parece que ha pasado en cuestión de segundos. Momentos en los que uno se ha implicado de tal forma  que ha dejado de percibir el resto de asuntos que sucedían a su alrededor.

Los momentos en los que uno fluye  atrapan tu atención hasta tal punto que se convierten en espacios de tiempo únicos en los que no se percibe el aburrimiento, la angustia ni  cansancio aunque después venga el bajón propio del agotamiento.

Cuando hablo de este tipo de momentos con algunas  personas resulta curioso que la mayor parte de ellos lo asocien a momentos de vacaciones, en que se imaginan tumbados en la hamaca de una playa mientras visualizan  una especie de atardecer hawaiano. Sin hacer otra cosa que tirar de pajita mientras absorben una especie de cóctel de vete tú a saber qué.

A veces pienso  que somos un poco pánfilos. Asociamos la felicidad con el hedonismo y al momento de flujo con la pasividad propia de quien se sienta a ver cómo le hacen las cosas o se hacen solas por obra y  gracia del equilibrio planetario.

No.

No me extraña que cuando uno tiene que volver (que septiembre ya está ahí…) vuelvan  los estreses, las cefaleas, las molestias digestivas y las alteraciones de la piel. No me extraña  en una sociedad cuyos valores para la  felicidad están basados en los placeres efímeros que  duran, como mucho lo que tarda el Sol en esconderse detrás de la montaña de turno.

Yo pienso que los auténticos momentos de flujo están apoyados en un pilar fundamental que es… la propia actitud.

Cuando  Csikszentmihalyi habla de momentos de flujo habla de un estado de  equilibrio entre la complejidad de la acción que uno está realizando  con su habilidad para hacerlo.

De esta manera si la complejidad de la tarea supera a la propia capacidad aparece la ansiedad y si por el contrario es la capacidad la que supera a la complejidad de la tarea aparece el aburrimiento.

Algo así como lo que aparece en este esquema:

¿Qué se deduce de ahí? Que se pueden encontrar momentos de flujo cuando uno está trabajando lo mismo que  cuando está haciendo cosas  que a priori no tienen por qué resultar tan atractivas como contemplar un atardecer.

Mi aportación personal a la genial idea de este autor consiste en lo que me gusta llamar “El tercer vector”. Me explico.

Por mayor coherencia que hubiera entre el grado de habilidad y desafío ¿Podría yo fluir si tengo una crisis de migraña? ¿Podría fluir si estoy muy preocupado por un problema que ha surgido en mi familia? ¿Podría hacerlo si mi entorno se empeña en, obstinadamente impedirme hacerlo?

Desde luego que es necesario  considerar la relación habilidad / desafío pero creo que hemos de tener en cuenta otros  los elementos que hacen que el estado de flujo se considere también desde  este tercer vector  para convertirlo en algo  más real, más tridimensional.

Muchas personas, buscan sus estados de flujo sin considerar este tercer eje y para ello, seguramente de forma inconsciente se tienden a aislar. Dicho de otra manera se “encapsulan” para vivir sus momentos de flujo para  pasarlo a un momento de dos dimensiones. Lo que consiguen es convertir su  momento de flujo en algo irreal. Es como si sólo se pudiera ser feliz en vacaciones o cuando hago tal o cual cosa.  

Este tipo de personas convierten sus mementos de flujo en algo demasiado efímero como para llenar su vida real.  Esto, con el tiempo genera una sensación de frustración ya que lo normal es que tarde o temprano todos  tengamos que “volver” a la normalidad de nuestra rutina.

La auténtica sabiduría consiste en ser capaz de extraer   momentos de flujo en la vida real. En aprender a construirlos con las recursos reales que nos tocan aunque no sean los soñados. Para lo que hace falta, desde el principio,  tener la actitud de hacerlo.

 De nuevo viene a mi mente  la palabra “actitud” como  base de este tipo de momentos. Como  semilla  de la auténtica felicidad. Después de todo: la excelencia no es una habilidad, es una actitud.

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