La niña que perdió su muñeca
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Para Miss Misuri
Querida niña, tú nunca leerás estas palabras. Al menos no lo harás de la misma forma en que yo lo voy a escribir hoy. Quiero decirte que lo hago desde el corazón, por eso es que no me voy a ocupar más del recuerdo de aquella noche en que sentí, por un momento, que era capaz de leer un mapa en tus ojos.
5 de enero de 1945. Jueves
La niña se ha acostado nerviosa. ¡Lleva tanto tiempo pensando en ello! ¡Es como magia! ¡Se va a cumplir su sueño! Mañana se levantará y estará allí, ha trabajado mucho, lleva mucho tiempo luchando por ser la mejor, la mejor hija, la mejor hermana, la mejor estudiante… Esta noche es mágica. Lo dice su madre, su amiga Lucía y hasta su hermano. Lo dice todo el mundo. Ha pedido “la Gisela” la muñeca que anuncian por la radio. La muñeca más bonita del mundo. La muñeca de las princesas.
La niña sabe que no podrá comprarle muchos vestidos, pero de mayor va a ser modista como “la Concha”, su vecina de al lado. Ella misma va a hacerle un montón de vestidos y será la muñeca más elegante del barrio.
Los reyes vendrán esta noche con sus camellos, y podrán tomar Casera, agua, mantecados y… ¡hasta un poquito del anís de su abuelo!
Ha pensado en todo.
Su balcón es inconfundible ¡Ha imaginado tantas veces la figura del rey Melchor dejándole a su Gisella en el balcón! Tiene muchas macetas con flores de colores. Y vive en el primero izquierda. No tendrán apenas que hacer esfuerzo para llegar.
Es imposible que se confundan.
6 de enero de 1945. Viernes
En el balcón hay una muñeca pequeña. Es una imitación de su Gisella. Es rubia también y sus ojos son casi igual de azules. Se parece, pero… desde luego no es “la Gisella”.
Una niña llora desconsolada.
Una madre la sienta en sus rodillas.
— María, esta muñeca también se llama Gisella y le puedes hacer todos los vestidos que quieras. Puedes quererla igual.
— ¡No me lo explico! Con los balcones tan bonitos que tenemos. Cómo puede haberme fallado así el rey Melchor.
La niña es un desconsuelo.
Su madre ha estado ahorrando desde que acabó el verano. No caen buenos tiempos. Cada perra gorda que ahorró fue a costa de su propio sacrificio.
La niña es un desconsuelo.
Su madre, es…un desconsuelo.
La sostiene en sus rodillas, con el mismo amor que puso para engendrarla. Aunque cambiaría mil veces el dolor que sintió al parirla por que su pequeña niña no estuviera tan triste…
La niña no sabe en qué habrá podido fallar al rey Melchor.
La madre no sabe en qué habrá podido fallarle a Dios.
La niña nunca terminó de querer a aquella muñeca. Nunca terminó de cuidarla como ella hubiera sabido hacerlo. Un día, sin más, la dejó olvidada en la calle.
El día pasó, y a este siguió un año y otro y otro..
La niña dejó de serlo y la madre dejó de estar aquí.
La niña se quedó con ganas de saber en qué falló para no terminar teniendo su premio.
La mujer de ahora comprende muchas cosas.
Se puede comprar una y cien Gisellas más. Aunque daría su vida por volver a ser mecida en aquellas rodillas llenas de humildad, de sacrificio, de valores… de amor.
Cada noche, cuando de nuevo comparte sábanas con la niña, piensa en qué habría pasado si hubiera aceptado amar a aquella “Gisela de pega” que el sabio Melchor colocó una noche de reyes por algún extraño motivo, en su balcón.
“ Yo soy lo que amo”. Bernardo Agustín.