Regalos de la vida
/ admin /19 de abril 2019
Hoy es viernes Santo, día de fiesta, vacaciones para muchos. Aunque en nuestra cultura católica no es un motivo alegre de celebración, sabemos que lleva asociada una buena noticia, la creencia en la resurrección.
Esto me hace pensar en muchas cosas que nos pasaron en la vida y que a priori parecieron estresantes, difíciles o malas.
Cosas que nos sucedieron y que sin embargo a medio plazo nos hicieron crecer. En mi caso se me ocurren algunos ejemplos: Aquel artículo que se me pidió escribir con muy poco tiempo y del que sin embargo me siento satisfecho, la urgencia a la que tuve que atender a costa de una gran sensación de angustia y estrés y con la que terminé aprendiendo y convirtiéndome en mejor profesional o aquella vez que me cayó una nevada por un camino solitario y también me sirvió para descubrir recursos en mí mismo que ni siquiera sospechaba que pudiera poseer.
A veces, la vida nos hace bonitos regalos con los envoltorios equivocados y no somos capaces de reconocerlos hasta que ha pasado el tiempo y descubrimos que gracias a aquellos hemos crecido.
Sí, ya sé, a mí también me pasa. Los regalos que a todos nos gustan son aquellos que nos hacen felices desde el primer momento. Desde que los cogemos en nuestras manos, visualizamos el papel que los recubre y lo escuchamos rasgarse al despegarse el papel celo. Si, desde luego que estos son los regalos de la vida que deseo para mí y para todos mis seres queridos. Sin embargo, hoy, viernes santo, quiero pensar que es de justicia saber agradecer también lo que estos “otros regalos de la vida” nos han hecho madurar.
Esto puede contribuir a alcanzar algo que creo es una de mis más preciadas metas: la Paz Interior. Sinceramente creo que saber leer todas las “entre –líneas” del relato la vida es clave para la construcción de la auténtica sabiduría.
Por esto hoy digo… Gracias Viernes Santo.