Sobre el «rey de ratas» y la huelga de médicos en el camino de las soluciones
/ admin /Existe un fenómeno que cabalga entre el mito y la realidad, se trata del rey de ratas.
Consiste en lo siguiente:
Un conjunto de ratas que conviven en un recinto de pequeñas dimensiones quedan materialmente “atadas entre sí”. Enredadas a través de sus colas debido a la formación de una especie de pegamento hecho a partir de la mezcla de secreciones, excrementos, sangre y suciedad que, pegada a sus rabos entrelazados, termina formando un nudo imposible de deshacer.
Esto obligará a cada una de ellas a vivir pegada a la otra hasta el fin de sus días formando una especie de corona.
Posiblemente venga de ahí el nombre de “rey de ratas”
Según cuenta alguna leyenda, el resto de ratas que comparten nido con ellas terminan por mostrar ante el nuevo ser una conducta de sumisión. Se encargarán, por ejemplo, de alimentar a cada una de las múltiples cabezas que forman esta espeluznante corona descrita como rey de ratas.
La investigación del comportamiento de las personas comienza en muchos casos a partir de estudios hechos con animales como pueden ser las ratas.
Cuando pienso en las emociones que puedan sentir el resto de ratas del nido, creo que sin duda una de las más fuertes será el miedo. A las personas que han visto la imagen de un rey de ratas, además de miedo les suele producir una gran repugnancia.
El valor del miedo o la repugnancia, sobre nuestra supervivencia es innegable. De hecho ambas emociones forman parte de eso a lo que llamamos inconsciente colectivo. Quizá sea esta la razón por lo que el rey de ratas ha sido origen de diversas leyendas y creencias asociadas a que este fenómeno podría ser origen de mal augurio.
Entiendo el miedo de las otras ratas del nido ante los gritos emitidos por ese montón de cabezas casi pegadas e inmóviles. Entiendo perfectamente su conducta de sumisión.
¿Podríamos extrapolar esta situación para comprender el comportamiento de muchas personas ante metafóricos reyes de ratas?
Reyes formados por seres, animados o inanimados. Reales o imaginados, que en su conjunto conforma algo así como un enmarañado problema lleno de aristas.
En muchas ocasiones, percibimos un problema cuando en realidad no se trata más que de la coexistencia de varios problemas de menor tamaño que aparecen entrelazados. Pegados entre sí. Atados unos a otros como si de colas de ratas se tratase.
Puede que el problema en su conjunto nos resulte aterrador, como la figura del rey de ratas. Entonces nos dejamos arrastrar por nuestro impulso más primitivo y, como las ratas asustadas, nos dedicamos a alimentar al problema complejo de manera que no hacemos más que engordarlo, avivarlo y convertirlo en un ente cada vez más grande y complicado.
¿Imagina que existiera una ratita sabia capaz de desenmarañar cada nudo de aquellas colas del rey de ratas? ¿Alguna ratita sabia capaz de fabricar un “disolvente” que eliminase ese pegamento formado por esa mezcla de secreciones, excrementos, sangre y suciedad?
Uno de los primeros pasos para construir nuestro camino de las soluciones consiste en dejar de alimentar al problema en su globalidad y separar cada una de las aristas que conforman su conjunto. Algo así como diseccionarlas para abordarlas por separado.
Y quizá el siguiente paso consista en aplicar un “disolvente» que ayude a desenredar cada una de las partes del problema que nos asusta para terminar por hacer de él algo más “abordable”.
Todos tenemos nuestras particulares situaciones complejas. Todos tenemos cada día que afrontar problemas más o menos complicados. Todos podemos asustarnos ante nuestros propios reyes de ratas.
Estaría bien ser capaces de reconocerlos.
Por otro lado, hemos de tener cuidado, el rey de ratas puede que no siempre aparezca de manera espontánea. A veces algunos parecen empeñarse en complicarnos la vida. Aterrándonos. Manipulando nuestro inconsciente colectivo. Produciendo reyes de ratas a partir de sus propios intereses. Restregándonos con sus propias secreciones, excrementos, sangre y suciedad. Convirtiéndonos en ratitas asustadas que no hacen sino alimentar a un «interesado» rey de ratas.
Algunas veces: cuando pongo las noticias, cuando voy al trabajo o cuando hablo con según qué personas, no me cuesta mucho encontrarme con algunos personajes de esta mítica figura del rey de ratas.
Creo que no estaría de más recordar que afrontar problemas es hacer lo que cada uno pueda por construir su propio camino de las soluciones. Esto pasa (casi) siempre por abordar al rey de ratas del problema lo que equivale a no alimentarlo más, desenredar y diluir.
Como haría la ratita sabia.
Todo lo dicho hasta ahora está visto desde un punto de vista, el de la pobre rata que convive con el rey. El punto de vista de quien necesita dejar de alimentar un problema. Sin embargo ahora quisiera darle un giro de tuerca más a la exposición:
¿Qué sucede con cada uno de los integrantes que conforman esa figura del rey de ratas?
Supongo que si en su momento hubieran preguntado a cada uno de ellos, ninguno hubiera querido formar parte de él. Yo pienso que a nadie le gusta estar pegado, fundido a otro por sus miserias, sus problemas o sus desgracias sencillamente porque a nadie le gusta vivir con este tipo de cuestiones.
Podríamos decir que cada rata que compone la corona de la que estamos hablando hubiera querido por encima de todo, no haber tenido contacto con aquellos restos de secreciones, excrementos, sangre o suciedad con los que sentirse encadenada a sus compañeras. Supongo que si alguien le hubiera advertido a tiempo, ya se habría encargado cada una de ellas de evitar este tipo de pegamentos. Pero lo cierto es que están ahí, atadas a este ser del que forman parte y ya no pueden escapar.
¿Podría ser que alguno de nosotros fuera, aun sin saberlo, miembro de un rey de ratas?
Si uno lo piensa. Tal vez se sorprenda.
De hecho yo me he sorprendido esta mañana cuando me he mirado en el espejo mientras me preparaba para dirigirme a una manifestación de médicos de familia y pediatras. Manifestación en las que ya no sé qué palabra utilizar: reclamamos, pedimos, suplicamos… poder trabajar dignamente. Dedicar a cada uno de nuestros pacientes el tiempo que necesita. Hacer nuestra obligación en unas condiciones que estén de acuerdo con la responsabilidad que todo el mundo espera de nosotros.
Me he sorprendido porque me he imaginado en la manifestación, como una rata más de un rey de ratas formado por decenas, cientos de profesionales unidos por un pegamento hecho de frustración, enfado y miedo.
Frustración de ver que toda una vida de estudio, dedicación y por qué no decirlo: amor a una profesión, se ve abocada al fracaso porque apenas tiene uno tiempo para escuchar, explorar y decidir sobre qué ha de hacer con la persona más importante de toda esta cuestión. La que tiene enfrente: su paciente.
Enfado porque estamos cansados de escuchar comentarios que parecen menospreciar nuestra responsabilidad. Comentarios de unos y otros. Tanto de los que nos ningunean porque parece que nuestro trabajo no les parece suficientemente importante frente a otros niveles de atención como de otros que a veces parece que sólo quieren manipularnos y miden la importancia de nuestras demandas desde una regla muy particular, la de sus propios intereses.
Miedo; miedo a equivocarnos y que nadie nos ayude. Miedo a seguir enfermando por el estrés continuo provocado por una presión asistencial desbocada. Miedo a trabajar con agendas que no tienen límite porque las demandas de atención son forzadas de manera despiadada.
Miedo a las ausencias de compañeros que no hay manera de reponer. Miedo de ver cómo nos quedamos sin médicos jóvenes cuya razón está en que, sencillamente, las leyes del mercado les ofrecen mejores condiciones en otros sitios, a veces muy lejos de aquí. Lo que, visto con los ojos de quien tiene toda una vida profesional por delante, no hace más que impulsarles a dar un salto adelante y marcharse.
La fuga del talento es una constante en nuestra profesión. Talento formado aquí. «Cocinado aquí» Financiado aquí … para ser desarrollado lejos. Explotado lejos por quien no ha invertido nada en él ¿Dónde está la eficiencia?
Es curioso, conozco a muchos gestores pero aún no he encontrado respuesta a esta pregunta.
Séneca dijo una vez : «Cuando se está en medio de las adversidades ya es tarde para ser cauto»
A veces la ratita sabia. Esa que tiene las fórmulas para resolver problemas, lo tiene un poco más complicado. Aunque puede ser que, después de todo, no le quede otra que recordar las tres claves que expuse al principio de este artículo: No alimentar el problema, desenredar y diluir.
No alimentar el problema. Evitando a estos que sólo parece que quieren hacerlo más grande para servir a un objetivo mayor: Lograr sus interesadas metas.
Desenredar y diluir mediante las acciones que son de justicia. A veces la justicia es el único disolvente. Simplemente justicia para desenredar pegamentos como son el enfado, el miedo y la frustración.
Javier Bris Pertíñez