El valor de la convalecencia

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A veces se encuentra uno por ahí a personas a las que “parece gustarles” estar malos siempre que esto suponga obtener beneficios de cualquier tipo como económicos, de cuidados o simplemente de ser centro de atención de los demás. Aunque este tipo de personas se llevan mucha fama, en realidad no son el grupo más numeroso. La mayor parte de las personas vivimos nuestro periodo de convalecencia como un periodo difícil que lleva asociada una enfermedad y en muchos casos, además del sufrimiento ocasionado por esta se asocia el debido a otros factores como la sensación de pérdida de tiempo para nuestra vida real y, especialmente, de nuestra propia identidad.

Con este artículo invito a enfocar el periodo de convalecencia como un tiempo especial,  una oportunidad de establecer una redefinición personal adaptada a la nueva situación.

Pero ¿Qué es la convalecencia?

El diccionario de la lengua española hace referencia al estado de convaleciente en cuanto a un periodo de restablecimiento de la salud tras sufrir una enfermedad, accidente o intervención quirúrgica hasta que el paciente regresa a la normalidad

El pronóstico de las enfermedades es muy variado y precisar la realización de actividades diferentes, pero en todas ellas existen también características comunes que están asociadas con lo que el convaleciente puede hacer con su pensamiento y su emocionalidad durante este tiempo. Estas son las que intentaré desarrollar en este artículo.

La introspección:

Partamos de la base de que a nadie le gusta estar enfermo sin embargo uno sí que voluntaria o involuntariamente realiza en este periodo un acto de introspección en el que se convierte en alumno, no solo de su propio cuerpo sino también de su pensamiento. Esto sucede siempre, pero durante la convalecencia, quizá por la disminución de actividades u obligaciones, uno se hace mucho más dependiente de su pensamiento.

Aparece la oportunidad de incluir una nueva modelación personal, es decir una nueva manera de auto diseño ya que puede incluir nuevos parámetros con los que conocerse y que seguramente no hubieran tenido lugar de no haber aparecido la enfermedad.

Al final la pregunta que ha de responderse para afrontar este nuevo periodo de convalecencia es: ¿En qué persona necesito convertirme para afrontar mi nueva realidad? No sólo qué cosas he de hacer que antes no hacía sino ¿Qué he de cambiar en mi forma de pensar? E incluso, a partir de aquí: ¿Qué cosas necesito cambiar de mi propia identidad?

La oportunidad de introspección que nos brinda la convalecencia nos ofrece un regalo para poder revisar engranajes que quizá no funcionaban correctamente o no conocíamos en nosotros mismos.

La actitud.

A veces le viene a uno a la cabeza la sensación de que es un ser débil o que se trata de alguien que ha tenido mala suerte o al contrario, que ha tenido  suerte pero sin embarga ahora no puede quitarse la idea de que está perdiendo el tiempo y que ha dejado de hacer otras cosas que preferiría estar haciendo. Esto puede afectar mucho a la autoestima. Aquí es donde resulta tan importante el valor de encontrar una actitud maestra, es decir una actitud que enseñe cual ha de ser la orientación del pensamiento y las acciones precisos para afrontar con honestidad la nueva realidad que le ha tocado vivir.

Si tuviera que elegir unas claves que indiquen donde está el lugar donde encontrar la actitud maestra yo me basaría en las siguientes pistas:

  • La paz interior. La búsqueda de la paz interior es clave, bien sea porque uno se queda tranquilo, sin nada en el tintero, bien porque lleva asociada la aceptación de lo inevitable o bien por el cese del ruido externo. A veces para mantener esta paz interior uno se da cuenta de que no tiene otra opción que centrarse en el momento presente sin pensar en futuros inciertos con los que todavía no podemos lidiar y que no hacen otra cosa que sacarte precisamente de la paz interior que buscamos.

Al obligarse a bajar el ritmo exclusivamente al presente uno escucha mejor las cosas que le dicen su cuerpo y su pensamiento que le acercan mucho a la actitud maestra.

  • La energía. Supongo que lo mismo que sucedería en una película de aventuras cuando se están acabando los víveres y tienen que hacer racionamiento, los protagonistas se hacen idea de manera forzada del valor de cada una de aquellas raciones de víveres. Con la energía durante la convalecencia sucede lo mismo. La energía, por su escasez, es más valorada y uno se da cuenta de lo importante que es aprovecharla. Por tanto, la actitud maestra del convaleciente debe estar orientada también hacia no malgastar la propia energía en cuestiones que no lo merecen.
  • El aprendizaje. Una vez me dijo una persona que todo lo que sucede es por algo, pero este “algo” no viene desde un punto de vista culpabilizador. Es un “algo” que te está dando la oportunidad de ser aprendido ya que es importante para tu vida y tiene el destino de ser descubierto.

Los principios estoicos ofrecen herramientas que ayudan a vivir mejor el periodo de convalecencia. Algunos ejemplos pueden ser los siguientes:

  • Aceptación de lo incontrolable (“si esto ha sucedido así … ha sucedido así”) Nuestra única obligación es hacer todo lo posible en lo que depende de uno mismo para ponerle solución. Esto ayuda a centrarse en la propia respuesta y en evitar los victimismos. Como dice la oración de la serenidad:

“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo y, la sabiduría para reconocer la diferencia”

  • Enfocarse en la acción y no en la queja. Como diría Séneca: “No hagas tus problemas mayores al añadirles tus quejas. El dolor es más tolerable si no le añades nada”
  • Cultivar las virtudes como la sabiduría para distinguir lo que depende y lo que no depende de uno mismo, el coraje para enfrentarse a las dificultades y la templanza para modelar los impulsos.
  • Uno de mis principios estoicos favoritos dice que la felicidad no depende de las circunstancias externas ni siquiera de la salud perfecta sino de el modo en que se vive de acuerdo con los propios valores pues esto es lo que permite encontrar serenidad y satisfacción incluso en periodos de enfermedad.

Si te encuentras en un periodo de convalecencia, no te conformes con verlo como un periodo vacío que hay que pasar. Mejor hacerlo como un tiempo de crecimiento. Acabas de sembrar una nueva semilla de lo que vas a ser mañana. El verdadero éxito de la convalecencia reside no sólo en la recuperación física sino en cuanto de esa persona renovada lograrás integrar en el nuevo ser que eres ahora y recuerda que como diría Epicteto: “la única manera de felicidad es dejar de preocuparse por cosas que están más allá del poder de nuestra voluntad”

Te deseo buena convalecencia.

Javier Bris Pertíñez

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