LOS BUENOS LÍDERES.

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“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y convertirse en algo más, entonces eres un líder”

John Quincy Adams

“Un buen líder no se queda atascado detrás de su escritorio.”

Richard Branson

 

Me gusta leer frases célebres acerca del liderazgo. Reconozco que muchas son bastante pretenciosas  y aunque dichas por su autor pueden resultar interesantes no siempre son correctas ni se pueden adaptar a todas las situaciones.

He tenido la suerte de escuchar varias veces a Francisco  Yuste hablar  de Liderazgo. Uno  de los temas que más me ha llamado la atención es  el que este autor llama Cuadrante de Scott.

Según Scott se  distinguen cuatro grupos  de trabajadores.

Grupos fácilmente comprensibles si  establecemos una división según dos ejes:

  • El interés de un trabajador por su empresa
  • El interés de la empresa por su trabajador.

De esta manera, en una misma empresa podemos  encontrar cuatro figuras  o roles diferente.

  • APÓSTOL: es el caso del trabajador que tiene interés por su empresa la cual,   también tiene interés por él.
  • REHEN: En este caso el trabajador tiene interés por su empresa pero esta no muestra el mismo interés por su trabajador.
  • MERCENARIO: Aquí es el trabajador quien no tiene mayor interés por su empresa aunque  esta sí lo tiene por él.
  • TERRORISTA: No tiene interés por su empresa y la empresa tampoco tiene interés por él.

 

 

Los APÓSTOLES son aquellos que sienten  como propio el compromiso con los valores y objetivos de su empresa. La empresa lo sabe y corresponde  este interés. Confía en su trabajador, le aprecia  y se lo demuestra. Le hace  partícipe de sus proyectos y le aporta el reconocimiento oportuno. Podríamos decir que esta es la posición óptima. Sentirse uno alineado con la misión de su empresa y verse igualmente correspondido por ella es tanto como encontrar a la mujer de tus sueños sabiendo que tú también eres la pareja perfecta para ella.

 

Los REHENES son trabajadores que, al igual que los apóstoles, tienen interés por su empresa que, en este caso no es correspondido.  Para la empresa el rehén es un “efectivo más”. Alguien sustituible porque tiene varios suplentes en el banquillo  esperando su turno . Para la empresa el rehén es alguien a quien se contrata para que genere un trabajo, unos resultados… y punto.  Esta falta de reconocimiento hace que en ocasiones el rehén se plantee marcharse aunque un día, puede que se mire en el espejo y piense: “Con mi edad, mis condiciones, mis cargas familiares… ¿A dónde voy yo ahora?  Entonces podríamos decir que el trabajador toma conciencia de su realidad. Se siente atado, como un rehén,  a un trabajo  del que no puede escapar. Este  es el caso de muchas personas.

 

 

Los MERCENARIOS,  a diferencia de los rehenes son trabajadores que  interesan mucho a la empresa. Casi siempre se trata de personas con conocimientos y habilidades específicos. Esto les hace particularmente necesarios para  ella.

Esta vez es  el mercenario quien considera que su empresa es “una más” y es él quien está dispuesto a sustituirla por otra en cuanto le ofrezcan mejores condiciones.

¿Conoce usted Mercenarios laborales? Son personas cuya vinculación con su empresa está únicamente sujeta a las condiciones que  se le ofrecen, salario, prestaciones, comodidades… No sienten como suyos los valores de la empresa que  les contrata ni la misión que   desempeña en la sociedad. El compromiso del mercenario con su empresa está únicamente condicionado por el beneficio propio.

Podríamos decir que en el interior de un Mercenario caben pensamientos como: “Soy así de bueno… si quieren contar con mis servicios… que me den esto, que me  paguen X…, etc

 

El cuarto grupo es  el que Scott llama  TERRORISTAS. En este caso, la falta de interés es mutua.

El terrorista es alguien que no tiene reparos en dañar a su empresa,  lo que oscila entre  el goteo constante de una negatividad mantenida hasta cualquier  acción única y  demoledora.  Si antes dije que el apóstol es la figura ideal, ahora digo que el terrorista es el peor de  todos los roles que nos podemos encontrar.

El daño que puede hacer este personaje está en relación directa con dos variables: el poder que ostente en la empresa y el nivel de resentimiento  que se hayan despertado en él.

Puede haber muchas razones por las que una empresa no se deshace de un terrorista, quizá no lo pueda despedir o puede que, tenerle en su plantilla le salga “menos caro” que echarle. A veces la razón está en la “simple pereza” de la empresa, que confía en que ese terrorista no tiene suficiente poder como para complicarle la vida.

 

Con estos cuatro “personajes” podemos comprender el comportamiento de muchas personas  dentro de sus puestos de trabajo. Pero ojo, apóstoles, terroristas, mercenarios y rehenes aparecen en cualquier grupo de personas que trabajen por lograr un objetivo. Lo mismo que en cualquiera de estos grupos siempre aparece una figura más, quizá la más decisiva de todas: El líder.

 

Los buenos líderes no sólo saben “gestionar” la eficiente marcha de la empresa o el grupo humano que sea, los buenos líderes cuentan con una especie de “arte”. El arte  de hacer que las personas remen en la misma dirección dando lo mejor de sí mismos.

Los buenos líderes, como los artistas, combinan las herramientas de que disponen para crear lo mejor de sus obras.  En el caso que nos ocupa, los buenos líderes pueden encontrarse con cualquiera de estos cuatro roles de Scott y les guste o no, han de lidiar con ellos.

Pero ¿Cómo?

Desde luego no es una tarea fácil y  depende mucho de las personas que formen el grupo. Generalizando podríamos decir que: A los apóstoles hay que mantenerlos, potenciarlos y dejarles “fluir” en la medida de lo posible. A los mercenarios deberían convencerlos para que también,  en la medida de lo posible, pasasen a ocupar el rol del apóstol aunque a veces no quede más remedio que pagar un precio por contar con su colaboración. De igual manera, a los terroristas también deberían hacer lo posible por que dejasen su destructivo rol y si esto no resultase factible, perder esa “pereza” y tomar las medidas oportunas.

El trabajo con los rehenes, por su abundancia, es quizá el más complejo. Los buenos líderes, además de artistas,  son personas  despiertas y  como tales plantean  buenas respuestas a buenas preguntas. Por ejemplo:

¿Qué hay que yo, como líder, pueda hacer para que estos rehenes pasen a ser apóstoles?

Sobre todo, los buenos líderes saben que no pueden hacer sentir como rehenes a quienes en realidad no lo son, por su formación, experiencia, compromiso y valores o más sencillo: porque no existen suplentes en el banquillo esperando turno.

Los buenos líderes saben que el rol  de rehenes,  mantenido en el tiempo puede hacer que estos terminen por sentirse agotados, maltratados, quemados y en consecuencia: victimizados.

Y los buenos líderes saben que el sentimiento de víctima no siempre se vive con callada resignación. El rehén victimizado camina sobre tierra abonada para convertirse en la peor de todas las figuras: el terrorista. Lo que podría provocar el paso a bucles de nefastas consecuencias.

Ojalá los buenos líderes abunden.

¡Por la salud de todos!

Existe una manera única de enseñar, liderar o resolver problemas:

Con el ejemplo

No vaya a ser que  te conviertas tú  ¡Oh salvador!

En un problema más.

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