Sobre niños y liderazgo

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“Los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de jugar”

Wendell Hollmes Jr.

No sé si habéis leído El Principito. Yo lo había intentado algunas veces y la verdad es que siempre me había terminado por resultar un poco aburrido. Hace un tiempo, sin embargo, se lo empecé a leer a mi hijo y  comprendí que no sólo no estaba en lo cierto, porque de aburrido no tiene nada,  sino que entre los grandes  valores  de la obra está  lo que simboliza cada personaje o cada fenómeno que describe.  Por ejemplo,  el pequeño príncipe protagonista no es sino la misma persona que narra la historia desde la reflexión de su niño interior. Tal vez sea por esto por lo que parece que muere en el cuento. Digo “parece” porque así es, sólo lo parece.  Como hace  en cada uno de nosotros el niño que alguna vez fuimos.

 

Nuestro niño interior no muere nunca del todo.  Cada día cuando nos enfrentamos a muchas de nuestras emociones debemos quizá preguntarle a este niño  ¿Cómo estás?  O mejor aún, ante cualquiera de nuestros problemas preguntarle ¿Y tú qué harías ahora? Tal vez  pegaría un salto,  inventaría una historia, haría un dibujo o quizá simplemente se pondría a llorar.

A continuación incluyo el link de  un artículo que me ha gustado mucho, se llama: Cómo enseñar a los niños a resolver sus problemas.

https://saposyprincesas.elmundo.es/consejos/psicologia-infantil/ensenar-a-resolver-problemas/

En este artículo escrito por la psicóloga Úrsula Perona aparece una sencilla propuesta para ayudar a nuestro hijo a tomar decisiones sobre sus problemas. Si no me equivoco podríamos darle la siguiente estructura:

  1. Apoyo y reconocimiento a lo que siente.
  2. Recogida de datos y análisis de la situación.
  3. Ayudarle a empatizar con el otro
  4. Valorar las opciones de solución posibles. Analizando ventajas y desventajas de cada una de ellas para finalmente asumir el riesgo de tomar una decisión.

 

En situaciones como la actual, comenzamos a  reaccionar frente a la pandemia del COVID.

Un desastre comparable a una guerra terrible que nos ha dejado a todos en pleno estado de Shock frente al que debemos, cada uno según su  vivencia, elaborar nuestro propio duelo.

 

Cada día me doy cuenta de las actitudes y comportamientos que asumen muchas personas, algunos son  políticos otros simplemente ciudadanos de la calle. En todos leo comportamientos  que no distan mucho de los que  tendrían unos niños ofuscados en plena disputa infantil.

Me gusta el artículo al que hago referencia porque aunque no ha sido escrito para el abordaje  de la situación de la que hablo, aporta sugerencias  que  podrían resultarnos de utilidad:

  • Apoya y reconoce los sentimientos de las otras personas. Cada uno se siente como se siente. Le ha pasado lo que le ha pasado y esto en ningún caso es tema baladí.
  • Recoge de manera realista lo que ha sucedido en tu entorno y analiza  de la forma más objetiva posible la situación. Especialmente desde la autocrítica y no desde el victimismo o la soberbia que conducen a propuestas reaccionarias que sólo contribuyen a la formación de nuevas situaciones alejadas del bien de todos.
  • Actúa desde la empatía con el otro. Desde el “buscar comprender su error” si es que lo hubo porque es la mejor manera de no ser mañana tú quien lo repita. No es momento de estigmatizar a nadie por sus ideologías. Todos sabemos de casos en todos los grupos que cuando se equivocan se hacen los sordos y sin embargo cuando lo hace el contrario no hacen sino colocar un inmenso altavoz.  Ahora,  si queremos salir de esta es el momento de buscar el bien de todos porque todos, queramos o no,  vivimos juntos y estamos obligados a entendernos.
  • Es el momento de buscar Sopesarlas bien. Analizar sus  ventajas y desventajas para asumir las mejores decisiones posibles.  Con sus riesgos, como toda decisión, pero orientadas a la búsqueda de lo mejor para todos.  Lo  que a veces equivale a encontrar lo menos malo para todos.

 

El tema del coronavirus no ha acabado.

Necesitamos un “liderazgo sano” capitaneado por “personas buenas y valientes”.

Me explico:

BUENAS: Líderes con buena formación, con buenos asesores, con buenas intenciones y con buen corazón.  Personas aferradas a la responsabilidad de su cargo y no a otros intereses.

VALIENTES: Líderes orientados  a absorber nuestras incertidumbres con valentía. Valientes porque estén dispuestos a darlo todo por cumplir con su misión.  Valientes porque estén dispuestos a marcharse sin temblarles la mano al dimitir si,  honestamente descubren, que otro lo puede hacer mejor.

He leído por ahí que la mejor forma de evitar el envejecimiento consiste en no dejar nunca de aprender. Ojalá aprendamos todos de la experiencia y nuestro niño interior  se mantenga siempre  joven, ilusionado y en paz.

Javier Bris Pertíñez

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