TRABAJO, CARRERA Y VOCACIÓN

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Supongo que en los tiempos que corren resulta un poco raro hablar de algo que no sea el “monotema” de todas las tertulias y comentarios. Sin embargo creo que a veces no por hablar sólo de una cuestión se encuentran antes las soluciones. Pienso que al contrario:  el continuo machacar sobre lo mismo no hace sino “desgastar” los ánimos de las personas que son constructivas,  desmoralizan a los que más sufren y sin embargo  “legitiman” (entre comillas) a los populistas, indeseables, destructivos y parásitos de todas las sociedades (no sólo la nuestra).

Así pues, ahí mando una reflexión que he leído esta mañana de un libro de Martin Seligman llamado “La auténtica Felicidad”:

Se distinguen tres tipos de orientación laboral: un trabajo, una carrera y una vocación

Un trabajo sirve para cobrar un sueldo a final de mes. No es más que un medio para lograr otros fines como el ocio o mantener a la familia. No se espera otro tipo de compensación. Si se deja de percibir:  el trabajo es abandonado.

Una carrera implica una inversión personal más profunda. Determina logros a través de la retribución económica pero también mediante otro tipo de motivaciones cada una de las cuales aporta más prestigio y poder aparte del aumento de sueldo. Sin embargo cuando se llega a lo más alto, la persona se aliena y empieza a buscar la  gratificación y el sentido a su carrera en otro sitio.

La vocación es, sin embargo, un  compromiso con el trabajo por sí mismo. Las personas con vocación consideran que su labor contribuye al bien general, a algo que trasciende a su propia satisfacción individual. Podríamos decir que la vocación adopta una “connotación espiritual”  e incluso «religiosa” perfectamente apropiada.

La vocación es satisfactoria por derecho propio, independientemente de todo lo demás.

 

Cuando leo estas reflexiones propuestas por maestros como Seligman me pregunto ¿Cómo es posible que algunas profesiones profundamente vocacionales se encuentren tan tocadas? ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? ¿Qué nos ha pasado?

Puede que tan solo seamos el  reflejo de una sociedad que se desgasta entre unas cosas y otras o puede que,  simplemente nos estemos dejando arrastrar por el terrible poder que tiene la corriente de pesimismo y negatividad que nos tiene sobrecogidos en los últimos tiempos.

Hace sólo algunos  sábados, me  asomé a la ventana nada más levantarme.

El día estaba claro y luminoso. Vivo en un piso alto por lo que tenía  la suerte de  observar el paisaje desde una  buena perspectiva.

Me llamó  la atención una inmensa cuadrilla de vecinos  que trabajaban limpiando el hielo de  las aceras que aún permanecía adherido a  ellas  como una costra blanca y pegajosa   ¿Cómo los describiría? Diría que en sus años no eran ancianos pero sí… tenían pinta de estar en esa  edad  a la que a uno le suelen  llamar: “veterano”.

Me entretuve un minuto a observarlos con sus palas, azadas, picos  y  cubos.

Ahí estaban  ellos, haciendo caminitos en la acera.  Picando, barriendo y  arrinconando la nieve.  Forzando sus cuerpos en  posturas poco cómodas para su edad.  A sabiendas de que posiblemente no era su obligación si nos ponemos en plan legalista, pero comprendiendo que, en ocasiones  las circunstancias sobrepasan a los servicios públicos ¡A Todos!

 

Intenté observarlos con algo más de detenimiento. En sus gestos no había enfado

¡Nadie se quejaba!

Cada uno de ellos parecía estar rodeado de una especie de halo mágico  de satisfacción. Es como si en el fondo de su pensamiento  existiera un gran orgullo por el trabajo que realizaban.

De vez en cuando les escuchaba hablar. Compartían pequeñas órdenes,  chascarrillos y  bastantes risas.

¡Me encantaron!

¡Qué buen rollo!

Después de observarlos me di  cuenta de lo mucho que tenemos que aprender de comportamientos y actitudes espontáneas como las de aquellos voluntarios de la nevada.

Personas con  un propósito de empresa tan sencillo como limpiar su  trozo de calle. Un propósito  capaz de generar un clima laboral excelente a pesar del esfuerzo y  la dureza del trabajo.

Un sabio dijo que  “la mejor manera de liderar es con el ejemplo” y otro dijo que  “el maestro aparece cuando el discípulo está preparado”.

En tiempos como los actuales,  en los que llama la atención cómo  algunos llegan  a cargos de gran visibilidad  sin necesidad de ser  unos eruditos, yo muestro mi más absoluta fascinación ante comportamientos como los de  aquellos  voluntarios de la nevada Filomena.

Al menos a mí, me  habéis dado toda  una lección sobre motivación, coordinación del trabajo, actitud positiva  y vocación para lograr un propósito.

 

Ojalá todos fuéramos  capaces de tomar buena nota del alma que tenía aquello que os  hizo salir a la calle simplemente para  ser útiles a los demás. Sin más objetivo que este.

 Pienso en vosotros y vuelvo a recordar esa  “connotación espiritual e incluso religiosa” de la que habla  M. Seligman cuando  se refiera al término “vocación”.  Sólo puedo quitarme el sombrero ante vosotros y aquello que hicisteis hace sólo unas cuantas semanas  de manera espontánea. Quizá sin ni siquiera daros cuenta. Con vuestras palas, azadas, picos  y escobas.

¡Limpiando el hielo de la acera!

¡Gracias voluntarios!

Javier Bris Pertíñez

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