VALORES PARA EL CAMBIO

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VALORES PARA EL CAMBIO

Más pronto que tarde entraremos oficialmente en una ola más del Covid aunque tengo la esperanza de será menos agresiva de lo que podría ser teniendo en cuenta que estamos en el tiempo de las gripes y cuadros de enfriamiento de toda la vida. También supongo que la superaremos y volveremos a encontrarnos con  una más de las  nuevas normalidades que se van sucediendo  cada vez que superamos una ola.

Y seguramente vendrán más olas: la séptima, la octava… las que sean.  Todas ellas tendrán algo en común: muchos dejarán su vida. Otros simplemente hablarán de ella, comentarán los datos de la Incidencia como el que habla de la puntuación de su equipo en la tabla de la liga de baloncesto. Y  algunos (los menos) aprenderán lo que se pueda aprender (si es que finalmente se puede aprender algo) .

Veremos cómo se van sucediendo las cosas porque cuando parece que nos estamos relajando, surge una  variante y de nuevo nos cambia las cosas. Lo dijo Heráclito hace mucho tiempo: «lo único constante es el cambio».

Como todos sabemos el cambio, algunas veces es deseado y otras veces no. A todos nos encantaría que hubiera cosas que no ocurriesen nunca. Todos quisiéramos que no apareciesen más variantes de coronavirus o que no  hubiese erupcionado un volcán en La Palma. Pero muchas veces lo único que podemos hacer es poner las medidas que estén en nuestra mano para que el drama sea lo más pequeño posible.

Esto es mucho y aunque no resulta  fácil  se puede aprender.

Siguiendo esta lógica la primera pregunta a responder sería ¿Cómo aprenderlo? Pues de la misma manera que aprendemos cualquier cosa: El proceso del aprendizaje oscila en la variabilidad que existe entre nuestro conocimiento en la materia que sea y nuestra consciencia de que tenemos (o no) dicho conocimiento.

Podríamos representarlo en el esquema siguiente:

De esta manera nos encontramos los siguientes puntos:

Punto 1º: No sabemos nada del tema en cuestión pero tampoco nos importa, de hecho ni siquiera nos lo hemos planteado. No somos conscientes de ello. A este se le llama “Incompetencia inconsciente”.

Punto 2º: No conocemos el tema pero esta vez sí somos conscientes de nuestra carencia.  De hecho esto nos importa en cierta manera y puede que estemos dispuestos a hacer algo por salir de nuestra “carencia” de conocimiento. A este punto se le llama “Incompetencia Consciente”.

Punto 3º: Viene del punto anterior, podíamos hacer algo por salir de esta falta de conocimiento  y lo hemos hecho: hemos leído, hemos preguntado, nos hemos ocupado de la forma que sea y ahora  sabemos. Tenemos conocimiento y además somos conscientes de ello. A este punto le llamamos “Competencia Consciente”

Punto 4º: Sabemos, tenemos conocimiento y de hecho lo hemos trabajado tanto que se nos ha quedado completamente grabado en la mente. Lo hemos interiorizado hasta el punto de que practicamos este conocimiento  sin apenas pensar en ello.  Parece como que fluye de manera espontánea en nosotros. Éste es el último punto con el que se completa el proceso de aprender y  se le llama “Competencia Inconsciente”

Pasamos por estos puntos para todas y cada una de las cosas que aprendemos:  leer, montar en bicicleta o comportarnos correctamente en la situación que sea. Se trata de pasar por cada uno de ellos hasta llegar al último, el de la “Competencia Inconsciente” Pero para pasar de un punto al otro es necesario contar con una serie de valores que desde mi punto de vista son como “puentes” que resulta imprescindible atravesar para completar el camino de aprender a hacer cualquier cosa. Dichos valores son los siguientes:

 

 

Primer valor puente: El DESPERTAR

Este es el primero de los valores. Con él pasamos de la fase de Incompetencia Inconsciente a la de Incompetencia Consciente. Gracias a que despertamos, nos damos cuenta de que no sabemos de algo, de que no tenemos ni idea y de que para solucionarlo tenemos que actuar. Por desgracia muchas personas no son capaces de captar la importancia de este valor y les ve uno por ahí,  “caminando como sonámbulos” que no han querido despertar de su ignorancia. Opinando sobre temas que desconocen completamente, alimentando la confusión, defendiendo tesis ridículas para las que no tienen ninguna preparación y lo que es peor,  no muestran ningún interés en documentarse. Se aferran a su ignorancia viviendo un  “sueño de sabiduría” del que no quieren despertar.

Así pues, cuando el cambio contra el que no se puede luchar se acerca uno sólo puede despertase, aceptar aquello a lo que no tiene más remedio que aceptar y entonces plantearse: Ahora ¿Qué puedo hacer?

Segundo valor puente: LA ACTITUD POSITIVA

Se trata del segundo gran valor para abordar el cambio. Sólo con una buena actitud podemos pasar de la Incompetencia a la Competencia. De no saber a saber y por lo tanto pasar del punto 2 al punto 3 del conocimiento. Todo proceso de conocimiento supone un esfuerzo, nadie aprende las cosas sin un grado de esfuerzo o sin que le tengan que corregir errores. Nadie aprende a leer sin equivocarse al principio, ni a montar en bicicleta sin caerse alguna vez.  Todo esfuerzo lleva asociado un grado de sacrificio y es muy posible que en ciertas ocasiones  uno  se agobie o se desmoralice. En estos casos cualquiera resulta presa de emociones negativas, esas voces que suenan en nuestro interior y nos dicen cosas como “es inútil”, “no lo soporto”, “no merece la pena seguir”… En este momento aparecen dos nuevos grupo de personas: los que mantienen el segundo valor puente (la actitud positiva) y los que olvidan  este valor.

Empezaré por los segundos,  los que  se han dado por vencidos. Su actitud positiva ha perdido la batalla y  se han quedado parados en el punto 2 del aprendizaje. A muchos se les reconoce porque son  incapaces de asumir la actitud necesaria para cambiar. Viven en el victimismo, en el lamento estéril no acompañado de ninguna acción que vaya más allá de la emisión del monótono ruido de sus quejas. Aunque parezca difícil de entender, están en cierto modo acomodados. Encerrados en su zona de “indeseado confort” quizá por miedo, por pereza o sencillamente porque  el entorno se niega a darles una oportunidad.

Los primeros son los que siguen adelante. Los que  hacen como los buenos ciclistas cuando suben por una cuesta empinada: aprovechan su energía,  aprietan los dientes y siguen  adelante. Su actitud les hace imparables. Están a punto de cruzar el puente. La batalla del cambio está casi ganada.

 

Tercer valor puente: LA CONSTANCIA

Este es el último de los valores para el cambio. Con la constancia somos capaces de pasar del punto 3 al 4 en el proceso del aprendizaje para el cambio. Con la constancia repetimos  lo que ya sabemos, lo interiorizamos, lo automatizamos y por fin este se impregna en nosotros, con la constancia terminamos de aprender a leer o a hablar un idioma. Con la constancia consolidamos  nuestra profesionalidad. Con la constancia integramos en nuestra personalidad la manera correcta de comportarnos en la circunstancia que toque.

La constancia es el tercer gran valor que consolida  el cambio. Sin ella muchas personas que podrían haber llegado a la cima de la montaña se quedan a mitad del camino. Son como esos conductores que después de sacar su carnet de conducir no vuelven a tocar el coche y es, como si todo el esfuerzo hecho hasta entonces no hubiera servido para nada.

La constancia es muy importante, a cualquiera nos puede suceder como a las veletas que cambiamos la dirección de nuestro esfuerzo según por dónde sople el viento de nuestra vida. A cualquiera nos puede suceder y de hecho nos sucede que nos quedamos en las puertas de lograr muchos méritos  a  los cuales podríamos haber aspirado simplemente porque, como a la veleta, el viento de la vida le ha hecho cambiar muchas veces de dirección.

 

 

Así pues, queramos o no, en muchas ocasiones, como la que estamos viviendo en la actualidad,  no nos queda  otra que tomar  las riendas del cambio para adaptarnos y tirar para adelante las veces que sea necesario. La buena noticia es que a ello podemos aprender, podemos cruzar el puente de la mejor manera posible. Para lo que es necesario despertar, mantener la actitud positiva y ser  constantes en el camino. 

Nuestra salud física y mental dependen de ello. Esto o terminar por convertirnos, como diría el poeta, en simples “títeres de las circunstancias”

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