¿Es malo tener pena?

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Me encanta el cuento de Bucay, es que habla de la furia y la tristeza que se fueron juntas a bañarse en un lago. Me gusta cómo describe a las emociones y cómo magistralmente interpreta lo que una dice a la otra. Cuando lo leo vienen a mi cabeza las imágenes de muchas personas y desde luego también la mía.

Una vez atendí a un paciente que literalmente pedía pastillas para la pena.

Se trataba de un varón. Su edad estaba en la cuarta década de la vida.  Su padre  había fallecido hacía poco tiempo tras una larga enfermedad.

El paciente venía a consulta muy preocupado por si “había cogido una depresión”

Estuvimos juntos analizando la situación. Tras la anamnesis concluimos que lo que tenía no era un proceso depresivo. Lo que sucedía era que sencillamente estaba atravesando por un duelo.

En ocasiones tengo la sensación de que cuando no mandamos algo al paciente sea una receta un régimen o un consejo… es como si no hubiéramos hecho lo suficiente. Sin embargo en este caso hicimos juntos algo que forma el elemento más importante de la Inteligencia Emocional: Reconocer emoción y tomar conciencia del sentimiento al que esta emoción conduce.

Goleman dice que la tristeza nos ayuda a asimilar pérdidas. La tristeza provoca pérdida de entusiasmo y energía hasta enlentecer el metabolismo corporal. Esto supone un elemento necesario para planificar nuevos comienzos cuando la energía vuelve.

Hoy no voy a decir nada acerca de si pienso  que los médicos nos pasamos muchas veces recetando antidepresivos y ansiolíticos mientras olvidamos enfocar las emociones como algo normal en la  fisiología de la vida. Ni voy a decir nada sobre la medicalización de la vida cotidiana que amparada en una “sociedad del bienestar mal entendida” está siendo un ingrediente más para la autodestrucción de sí misma.

Hoy me quedo con la cara de mi paciente al despedirse de mí. Cuando entró a la consulta se tenía por un potencial enfermo de depresión. Cuando salió se tenía por lo que era: Un hombre sano al que esperaba un duro trabajo.

El más duro y quizá el más sano: Debía superar un duelo. Tenía que llorar la muerte de un padre.

 

 

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