LA TRIADA MALIGNA en el camino de las soluciones.

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Había una vez un maestro que, según decían todos en aquel lugar, tenía todas las respuestas para todas las preguntas.

En una ocasión, uno de sus alumnos le quiso desafiar.

Cogió  un pajarito y pensó: Preguntaré al maestro si está vivo o muerto. Si dice que está vivo lo apretaré hasta que muera, si dice que está muerto lo soltaré y saldrá volando. Así le dejaré en evidencia.

Al día siguiente fue a ver al maestro con el pajarito agarrado  a su espalda. Entonces le preguntó:

Maestro, este pajarito que tengo en mis manos ¿Está vivo o muerto?

El maestro respondió:

Querido amigo, yo no sé si el pajarito está vivo o muerto, lo único que puedo afirmar es… que la respuesta…  está en tus  manos.

 

He leído en internet varias versiones de este mismo cuento. No he llegado a tener claro el nombre de su autor. Me parece muy bueno  el mensaje que aporta pues  podría extrapolarse al que creo es un aspecto muy  importante en el afrontamiento de problemas: La actitud.

Desde que la presencia de un problema hace su primera aparición en nuestra vida hasta que somos capaces de afrontarlo  se produce todo un circuito de acontecimientos en nuestro  cerebro. Podríamos afirmar que la primera respuesta  ante un problema es siempre emocional. Desde la simple sorpresa ante un acontecimiento inesperado hasta otras emociones como enfado, miedo, repugnancia e incluso tristeza. Emociones que, de no venir seguidas por  una segunda vuelta  más racional, se convertirían en  la única manera de afrontar el problema.

De hecho,  ante los problemas hay tres emociones que adquieren especial relevancia. Estas son: el miedo, el enfado y la tristeza. Con mucha frecuencia aparecen juntas formando lo que podríamos llamar una triada.

En casi todos los problemas nos encontramos con estas tres emociones en mayor o menor proporción. A veces actúan de manera favorable estimulando la mejor respuesta posible pero en otras ocasiones esta triada emocional termina por producir consecuencias aún más graves que el problema en sí.  Entonces podríamos decir  que constituyen una  triada emocional maligna.

Me viene a la cabeza otra triada bastante conocida en medicina: la triada maligna de O´Donoghue. En este caso suceden una serie de acontecimientos adversos sobre la rodilla tales como la rotura del ligamento cruzado anterior, ligamento lateral interno así como del menisco interno.

Lo mismo que la triada maligna de O´Donoghue supone una lesión de  graves consecuencias si no es correctamente tratada.  El proceso de afrontar problemas podría  tener también graves secuelas si no somos capaces de intervenir sobre la triada emocional maligna. Todo problema cuyas emociones nos superan tiene un grave riesgo de quedar “congelado”. Convertido en algo parecido a la imagen de una “rodilla rota”  en medio de la  inacción y el dolor.

Pero: ¿Son acaso malas estas emociones? ¿Son  malos  el miedo, el enfado o la tristeza?

Desde luego que no. Todas las emociones son necesarias. Todas cumplen su papel en la satisfacción de  nuestras necesidades. Todas ellas, en su justa medida hacen posible la supervivencia. Son emociones que garantizan la satisfacción de nuestras necesidades más básicas.  Todos las tenemos.  Pensemos en la tan conocida “Pirámide de Maslow”

Pero  sucede que ante la presencia de un problema, nuestra respuesta emocional hace que  tendamos a enfocar nuestra atención de manera muy  selectiva en aquello que consideramos amenazante para nosotros. A esto  se le conoce como “Dominancia Negativa”. Es como si contemplásemos el problema desde dentro de un túnel y sólo pudiéramos ver una cosa: la que nos preocupa, nos enfada o nos entristece a nosotros. Sólo y exclusivamente.

Nos hacemos incapaces de  contemplar el problema en su globalidad. Olvidamos el contexto y lo que es peor olvidamos las necesidades de otras personas que, como nosotros,  podrían estar también afectadas por el mismo problema.

Ante esta percepción sesgada  surgen comportamientos de lo que podríamos llamar “Egoísmo Maslowniano”.  Esto es, cada uno busca exclusivamente satisfacer sus  necesidades sin afrontar realmente el problema. Aunque por su visión en túnel, el Egoísta Maslowniano no lo percibe así pues gracias a su acción “Egoísta Maslowniana”  deja de percibir el miedo, el enfado o la tristeza.

Las maneras de ser Egoísta Maslowniano son muy variadas y las tenemos todos aunque lo hagamos sin mala fe y sin ser conscientes de ello.  Con frecuencia atiendo a muchas personas en cuyas demandas de atención existen (de manera más o menos explícita) solicitudes que tienen mucho de esto.

Hace poco atendí a una paciente que decía venir  como  urgente y colocándose en la puerta de mi abarrotada sala de espera, se empeñaba en ser atendida la primera. Solicitaba la confirmación de su parte de  baja laboral.

¿Por qué piensa que su parte de baja ha de ser atendido como una urgencia? ¿Cree usted que esto resulta solidario para el resto de personas que están aquí esperando? ―Le pregunté.

Ella no me respondió. Volvió a su asiento y se sentó a esperar su turno. Creo que, por un momento, se encendió alguna luz sobre su “visión de túnel”

 

Las actitudes ante los  problemas caracterizan estilos de afrontamiento completamente diferentes. Provocan comportamientos de tres tipos fundamentalmente: impulsivos,  evasivos o racionales.

Los comportamientos impulsivos utilizan estrategias de afrontamiento normalmente apresuradas e incompletas. Los comportamientos evasivos se acompañan de conductas caracterizadas por la desidia acompañada de la esperanza de que  el problema se resuelva solo o sea otro quien lo afronte.

Mientras que los comportamientos racionales, sin embargo, tienen dos características relevantes. Primero: buscan las mejores herramientas posibles para afrontar el problema. Segundo: Están orientadas a la acción. Esta segunda característica  guarda muchas claves para el éxito porque es la acción en sí misma la que suele encontrar las  respuestas. Aunque  insisto: ¡No vale cualquier acción! La acción que nos dirige hacia el camino de las soluciones está basada en actitudes positivas, pacientes  y creativas.

Las actitudes positivas para el afrontamiento de problemas deberían estar por encima de  la cómoda queja. Por  muy tentador que resulte sentarse uno a lamentarse con sus amistades o en sus redes sociales. El victimismo de sillón suele aportar más bien poco en el afrontamiento real de problemas.

Encontrar la mejor actitud para afrontar el problema es encontrar la mejor senda  para recorrer el camino de las soluciones. He aquí una clave fundamental, entender que, como diría el sabio: “La respuesta está en tus manos”

Javier Bris Pertíñez

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