De los estudios con alma

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Desde hace mucho tiempo me interesan la Inteligencia Emocional todo aquello que tenga que ver con la repercusión de las emociones en la salud. Eso sí, con medida, desde luego que no me parece que haga nada bueno piensa que las enfermedades sólo se solucionan con emociones y terapias que no han pasado por ningún filtro científico de calidad que demuestre con evidencia su valor.

Es necesario tener cuidado con los vendedores de humo y personas que se aprovechan del dolor, la incertidumbre, la confusión y el sentimiento de desamparo que uno tiene cuando está enfermo.

La relación entre salud y emociones es algo que ningún científico descarta. Todos sabemos que es muy complicado hacer estudios rigurosos considerando variables relacionadas con el mundo de las emociones dado que se trata casi siempre de datos muy difíciles de medir y cuantificar con rigor.

Hace algunos años publiqué un artículo llamado: «Estudios con alma» que pego a continuación:

Hoy en día está tomando fuerza el concepto de: Medicina Centrada en el Paciente como manera de buscar  la individualidad de este a la hora de aplicar un recurso diagnóstico o terapéutico.

Hace algunos años formé un grupo de trabajo en la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia que durante los primeros meses se llamó MBE (Movimiento Basado en emociones). Nuestro  objetivo con este nombre era hacer un  guiño al concepto de la Medicina Basada en la Evidencia. Se trataba de un guiño hecho con cariño. Simplemente dispuesto para llamar su atención.

Es indiscutible el valor de la Medicina Basada en la Evidencia, al fin y al cabo trata sobre  la práctica de la medicina en que cada decisión corresponde a un uso racional, juicioso y actualizado de los mejores datos objetivos aplicados al tratamiento del paciente.

Sin embargo a veces me pregunto qué pasaría si los estudios recogieran aspectos como los siguientes: ¿Cuáles son las creencias del paciente en torno a su padecimiento?¿Cuál es su actitud frente a la enfermedad? ¿Están influidos los resultados por las formas que utiliza el profesional para comunicarse con él?… Si ya sé que para aminorar esto están los grupos control y algunos aspectos de la estratificación, pero no pienso que esto se considere con el rigor necesario entre otras razones porque estas cuestiones no se pueden cuantificar fácilmente.

Si esto se pudiera hacer entonces me pregunto si los resultados serían los mismos.

Puede que surgieran nuevos datos que bien cruzados aclarasen muchos matices.

Puede que explicasen porqué algunos fármacos con un nivel óptimo de recomendación no son capaces de vencer el dolor de una persona mientras que otros considerados UTB ( Utilidad Terapéutica Baja) son perfectamente válidos  a la hora de aliviar al paciente ¿Acaso no es esto para lo que están?

Desde luego no quiero defender a los UTB.

Lo que pretendo es reflexionar sobre todos los aspectos  que rodean  al efecto beneficioso de estos fármacos. A mi juicio estos aspectos tienen unidos importantes componentes emocionales. Por ejemplo: Creencias favorables  generadas en torno a sus efectos no nocivos, la confianza con el que un día fueron utilizadas por otro familiar y puede que también la actitud comunicadora empática de quien un día lo prescribió ya fuera un médico, un farmacéutico o una vecina.

 Es muy posible que en el futuro las Guías Clínicas incluyan algún tipo de consideración emocional a la hora de establecer sus recomendaciones. Puede que entonces estas consideraciones sean vistas como un recurso más a nuestro alcance.

 

 

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