Víctimas, Salvadores y Perseguidores

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Victimas, Salvadores y Perseguidores

“Creo que, por naturaleza, las personas son solidarias y sienten una profunda necesidad de trabajar en grupo y ayudarse unas a otras”

C. Steiner (Los guiones que vivimos)

 

Casi todas las historias giran en torno a la relación de tres personajes: La Víctima, el Perseguidor y el Salvador.

La Víctima es el personaje que está desamparado.  Vive la historia desde la indefensión.  El Perseguidor empeora la situación de la Víctima ya que desde una posición de poder  incrimina a esta a la que de alguna manera dice: “tú no estás bien… pero es por tu culpa”

También aparece un  tercer personaje: el Salvador. Su papel encaja mejor con la Víctima. En este caso el mensaje que lleva implícito es: “tú no estás bien… pero yo intentaré ayudarte.”

Los roles de Salvador, Perseguidor y Víctima fueron descritos por primera vez en literatura psiquiátrica por Eric Berne en su libro: Juegos en los que participamos. Este mismo autor ya apuntó que estos roles eran intercambiables. De hecho, C. Steiner afirma: “como la Salvación no funciona, generalmente acaba en Persecución”

Hasta aquí podríamos decir que a veces  la Víctima no es tan inocente, ni el Salvador tan bueno y desinteresado. Incluso, a veces,  resulta que el Perseguidor inicial es  tan  Víctima como la propia Víctima la cual en ocasiones actúa  como  una Perseguidora implacable, al ser manipulada por presuntos Salvadores que les venden la historia según sus intereses.

Esto hace el relato  mucho más complejo pero sin duda mucho más real.

Lo cierto es que al final, en este tipo de historias,  las emociones se complican mucho. Se enmarañan y aparecen comportamientos cargados de resentimiento, ira y poco sentido común.

Yo me pregunto: ¿Por qué resulta tan sencillo dejarnos arrastrar por las corrientes de negatividad? O lo que es lo mismo ¿Por qué esta tendencia nuestra a pasar del victimismo a la persecución?

Pienso que las corrientes nos arrastran porque los seres humanos somos ante todo criaturas sociales. Desde el principio de nuestra existencia siempre hemos buscado  la pertenencia a nuestros grupos de iguales. Desde el hombre de las cavernas hasta la llegada  de Twitter e incluso los grupos de wasap.

Todos tenemos  muy arraigada la necesidad de pertenencia. Luchar contra la inercia de nuestros grupos cuesta mucho porque podríamos vernos excluidos de nuestra tribu.

El poder de las corrientes resulta pues, tremendo.

La cuestión es: ¿Por qué son más potentes las corrientes de negatividad? La respuesta creo que está en la manera de funcionar de nuestro  cerebro. Podríamos decir que pensar en negativo resulta más cómodo para él.

Los pensamientos negativos fluyen de manera más fácil en nuestra mente porque esto favorece nuestra  adaptación ante la llegada de los problemas. Es como si el subconsciente nos dijese: “Ponte alerta, prepárate  para lo malo porque así tendrás más probabilidades de sobrevivir” y entonces cada uno a adopta las conductas relacionadas con sus propias creencias: Unos compran decenas de royos de papel higiénico, otros llenan sus despensas con latas de conserva y otros se preparan para luchar contra el hipotético enemigo perseguidor de la mejor manera en que se les ocurre.

En todos los casos suele tratarse de comportamientos reactivos. Lo que no tiene porqué ser malo,  excepto cuando estos se convierten  en impulsivos, desmedidos e injustos.

Porque ¿Dónde está el enemigo? ¿Dónde está ese malvado Perseguidor? ¿Acaso el enemigo es ahora el que piensa de manera diferente a mí? ¿Es el enemigo el que tiene menos educación que yo? ¿O es el enemigo el que me exige que cumpla con algo con lo que no puedo cumplir porque estoy sobrepasado?

Pues yo pienso que siempre ha habido y siempre habrá personas mal educadas. Personas que piensen diferente a mí o que no comprendan mi trabajo. Siempre habrá personas que actúen de manera injusta. Esto también forma parte de la naturaleza de nuestra sociedad.

Lo que sucede en este momento, es que nos ha tocado a todos viajar en el mismo barco.

Desde luego que si hubiéramos podido elegir,  no hubiésemos pedido compartir camarote con personas que no nos caen bien.  Pero esto no les convierte en nuestros enemigos, al menos  en esta batalla.

El único enemigo que hay aquí es un virus.

Creo que debiéramos tener esto muy claro antes de entrar en historias de Víctimas, Salvadores y Perseguidores. Antes de permitir que tantas  corrientes de negatividad nos arrastren  hacia el naufragio de este viaje en el que nos hemos embarcado sin desearlo.

En este momento todos deberíamos levantar un poco más la vista y mirar  al auténtico malvado que nos ha puesto patas arriba. Combatirle con las únicas armas que tenemos hasta el momento: distancia social, medidas higiénicas  y  sentido común.

Una vez leí que el destino no es una cuestión de suerte sino de compromiso. Sería una buena noticia que cada uno se  comprometiera  por hacer lo que le corresponda en este viaje que, nos guste o no,  estamos obligados a compartir.

 

Javier Bris Pertíñez

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