Trabajar con la preocupación.
/ admin /“No puedes evitar que los pájaros de la preocupación y la inquietud vuelen sobre tu cabeza. Pero puedes impedir que aniden en tus cabellos. No te contamines con todo aquello que no sirve, aprende a descartar de tu mente todo aquello que intoxica tus emociones.”
B. Stamateas
La verdad es que conozco a pocas personas que confiesen vivir sin ninguna preocupación. A cualquier ser humano si le “rascas” un poco termina afirmando que sí, que de una u otra forma tiene alguna razón para estar preocupado. Habría que ser un sabio del autodominio para alcanzar eso que Epicuro define como “ataraxia” o ausencia de preocupaciones.
Por tanto no es en sí la existencia de preocupaciones nada que tenga que llamar nuestra atención porque lo extraño sería no tenerlas. El problema está en que a veces las preocupaciones se integran hasta tal punto en la existencia de muchas personas que terminan siendo parte de su propio ser y no llegan a concebir la vida sin ellas. Ni siquiera en su tiempo libre, fines de semana o vacaciones.
Pero ¿Qué pasa? ¿Por qué algunas personas desarrollan esta especie de adicción en su pensamiento?
D. Goleman1 en su famoso libro Inteligencia Emocional, habla del ciclo de la preocupación y hace referencia a ella como un secuestro emocional improductivo cuyo potencial adictivo sobre el pensamiento tiene elementos comunes con la superstición.
Todos sabemos que la preocupación, como su emoción madre: el miedo cumple una misión protectora que nos ayuda a tomar precauciones y protegernos ante peligros potenciales.
La cuestión es ¿Qué sucede cuando preocuparnos ya no constituye una actitud preventiva sino al contrario se transforma en un pensamiento obsesivo que una y otra vez desencadena estados de angustia y comportamientos compulsivos? ¿Qué pasa cuando preocuparnos ya no nos aporta ningún comportamiento preventivo y sin embargo el ruido mental lleno de frases e imágenes temidas se repite incansablemente en nuestro pensamiento? ¿Qué hacer para lograr desengancharnos de la preocupación?
No hay que ser ningún experto para comprender que el mal control de la preocupación afecta gravemente a la calidad de vida de las personas y al tratarse de una fuente de estrés crónico tiene también una grave repercusión sobre nuestra salud física. Es por esto por lo que pienso que si comprendiéramos la mejor manera de abordar nuestra forma de preocuparnos ganaríamos todos en salud física y emocional. Ganaríamos como personas, cada uno por separado. Pero también ganaríamos en conjunto, como la empresa, como familia, como sociedad.
Preocupaciones productivas e improductivas
Habría que comenzar por distinguir entre las preocupaciones productivas, aquellas que nos alertan de algo sobre lo que podemos trabajar y buscar soluciones de aquellas otras preocupaciones sobre las que ya hemos perdido el control (si es que alguna vez lo tuvimos) y resultan lo que algunos expertos llaman “preocupaciones improductivas”
Sobre las primeras, resulta obvio que aportan información y debemos ponernos manos a la obra. Abordar aquello que nos preocupa hasta el límite de actuar en lo que dependa de nosotros.
Sobre las segundas creo que debemos intentar buscar respuesta en trabajos realizados por los expertos. Por ejemplo Menning 2,3 propuso la Terapia de Regulación de las Emociones basándose en que personas con trastorno de ansiedad generalizada (TAG) experimentan sus emociones de forma negativa de manera que intentan controlar o suprimir su experiencia emocional.
Esta terapia consta de cuatro fases:
1. Análisis y auto registro de las preocupaciones.
2. Identificación de las respuestas que uno siente ante la emoción desestabilizadora y aprendizaje de habilidades para su mejor gestión como el trabajo con las creencias asociadas al problema, expresión de las propias necesidades o la ejercitación en la regulación de las mismas mediante la respiración, imaginación placentera, actividad física o generación de planes de acción adaptativos.
3. Aprendizaje práctico mediante ejercicios experienciales relacionados con las cuestiones nucleares de la preocupación. Se pueden utilizar diversas técnicas como por ejemplo la exposición imaginaria a la situación preocupante.
4. Revisión del progreso y prevención de recaídas
Desde luego que es necesario aprender a conocerse a uno mismo y registrar aquello que nos preocupa desde el principio del día, antes de que la preocupación se asiente en nuestro estado emocional y termine por secuestrar nuestro estado emocional. Es por ello por lo que resultan tan útiles los registros en que uno pueda anotar cuestiones como ¿Qué es lo que pienso? ¿Qué temo que pueda pasar? Y ¿Qué hago por mejorar la preocupación?
Cada persona es diferente y diría más, cada problema es diferente aunque se trate de la misma persona. Por lo que la manera de abordarlo puede ser distinta aunque siempre hay una cosa en común: En todos los casos uno ha de terminar por realizar un análisis crítico a su preocupación con preguntas como: ¿Cuánto de posible resulta que suceda el acontecimiento temido? ¿Qué puedo hacer al respecto?
Supongo que estas dos preguntas resultan clave. Muchas veces nos preocupamos des proporcionadamente por cosas muy poco posibles y sin embargo permitimos que desborden cruelmente nuestro pensamiento. Ya lo decía Montaigne: “Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron”
A fin de cuentas, las cosas que uno puede hacer por solucionar lo que tiene solución pueden agruparse en un plan de trabajo para abordar el problema. La palabra pre- ocupación resulta siempre mucho más sana si la fracturamos y nos quedamos con el último término: -ocupación
¿Puedo hacer algo? ¿Qué hago? ¡Pues vamos a ello!
Después de todo cada día ha de ser vivido tan plenamente como sea posible porque a fin de cuentas todo lo que tenemos está en el momento presente. Tal vez sea por ello por lo que considero tan afortunada la frase de Juan XXIII: “Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver el problema de mi vida de una vez”
Estrategias como las de Mennin han ha tenido buenos resultados y merecen nuestra consideración.
Todos tenemos derecho a encontrar nuestra mejor manera de controlar las preocupaciones.
Una vida plena no es sólo una vida libre de preocupaciones es una vida que uno siente que pro activamente está haciendo todo por hacer de su existencia algo que merece la pena vivirse. Es por ello por lo que valoro tanto estas palabras que forman parte de la conocida como plegaria de la serenidad con las que quisiera terminar este artículo: